La Triumph Street Cup se posiciona como la variante más deportiva de las Bonneville de Hinckley, con una conseguida imagen cafe racer que combina clasicismo y deportividad a partes iguales.
El extenso catálogo Modern Classics de Hinckley cuenta, desde este año, con la Triumph Street Cup entre sus filas. Nacida a partir de la Street Twin, toma el relevo de la Thruxton primigenia, después del refinamiento y cambio de imagen al que ha sido sometido este modelo tras adoptar el bicilíndrico de 1200 cc, así que representa el primer escalón de la oferta cafe racer del fabricante. Monta la versión más actualizada del propulsor Bonneville de 900 cc, 8 válvulas y refrigeración líquida que, si bien no ofrece una cifra de potencia muy elevada (55 CV a 5.900 rpm), está repleto de par en la zona baja del cuenta vueltas. Permite además instalar un kit de limitación al carnet A2, para aquellos que se han decidido a dar el salto a una moto grande.
A diferencia de la Street Twin y las Bonneville, la Triumph Street Cup recupera el espíritu de las primeras cafe racer usadas por los jóvenes británicos, durante la década de los ’50, para competir de café en café por los alrededores de Londres; de ahí el carácter de deportiva urbana, que desde la marca han querido dar al modelo.
Se beneficia de un completo paquete electrónico, totalmente de serie, muy de agradecer por lo inusual en motos de este segmento.
Igual que ocurre con el resto de Triumph neoclásicas, juega con la baza de su cuidada imagen retro, acompañada de un puñado de buenos acabados. A través de las limpias líneas de su diseño, destacamos detalles como el asiento tipo bala realizado en alcántara, la tapa del colín con porta dorsales pintados o la minúscula cúpula, tras la que se esconde una instrumentación de doble esfera heredada de la Thruxton 1200. Está además disponible en dos decoraciones Racing Yellow/ Silver Ice o Jet Black/Silver Ice, ambas con fileteados a mano, resaltando el contraste entre las dos tonalidades.
Se beneficia, así mismo, de un completo paquete electrónico totalmente de serie (acelerador electrónico, control de tracción desconectable, embrague anti rebote y sistema ABS), muy de agradecer por lo inusual en motos de este segmento y porque nos permite exprimir al máximo todo su potencial. Destacamos también el ordenador a bordo en su instrumentación (con indicadores de consumo instantáneo y medio, autonomía, dos cuenta kilómetros parciales, marcha engranada…), la toma USB bajo el asiento o el inmovilizador en la llave de contacto.
Conociéndonos
En nuestro primer contacto con ella nos dimos cuenta de que es de esas motos que, antes de subirte a ellas, no puedes evitar perder un poco de tiempo observándola. Hay que reconocer que estéticamente han dado en el clavo y, en más de una ocasión, nos sorprendimos a nosotros mismos mirándonos de reojo en algún que otro reflejo.
Al subirte en ella notas que vas montado encima de la moto, muy old school, con los pies levemente retrasados, pero con una postura nada forzada. Los semis de su manillar tipo Ace, de tres piezas, hacen que te agaches ligeramente sobre el depósito, aunque sin llegar a castigar tu espalda. La reducida altura de su asiento (780 mm) facilita llegar al suelo, sea cual sea la talla del piloto, sin llegar a resultar incómoda a los más altos.
El bicilíndrico de 900 cc no transmite apenas vibraciones.
Una última mirada a los retrovisores anclados a los extremos del manillar, antes de salir al asfalto, e iniciamos nuestro camino. Al arrancar todo es suavidad, desde el accionamiento del embrague hasta el engranaje de cada marcha. El bicilíndrico de 900 cc no transmite apenas vibraciones. Estos detalles son los que te recuerdan que vas sobre una moto moderna, aunque su conseguida imagen retro intenta confundirte y hacerte creer que lo haces sobre una cafe racer de los ’50.
Escapándonos del tráfico urbano en busca de una revirada carretera, nos damos cuenta de sus excelentes dotes como moto de uso diario, gracias a esa suavidad de la que hablábamos, un buen ángulo de giro y un motor que no nos obliga a jugar en exceso con la caja de cambios, gracias a sus poderosos bajos. Su anchura total (785 mm) nos permite serpentear con soltura entre coches, olvidándonos casi por completo de los 200 kg que llevamos entre las piernas.
Buscando curvas
Una vez en autovía, y acercándonos a velocidades “ilegales”, echamos en falta una marcha más en su caja de cambios de 5 velocidades, que hubiese permitido estirar un poco más el desarrollo y conseguido reducir esas leves vibraciones que comienzan a aparecer. El incómodo viento hace acto de presencia, pese a la pequeña visera que llevamos sobre el faro, aunque somos conscientes de que, circulando en una cafe racer, son gajes del oficio… Caemos en la cuenta entonces de que nos está invitando a que bajemos el ritmo, ya que como realmente se disfruta de esta moto es con una conducción más pausada.
Deleitarse con el ronco bramido de su doble escape, ayuda a mejorar notablemente la experiencia.
Por fin encontramos una sinuosa carretera donde poner a prueba las cualidades de esta Street Cup. Este es el territorio que te permite disfrutar de una moto de estas características, sin prisa, pero sin pausa. Gracias a la nobleza del conjunto, enseguida te haces a ella y empiezas a sentir que lleváis juntos toda una vida. La entrega de potencia de su propulsor, calado a 270°, es suave y lineal, mientras que sus excelentes bajos te permiten salir de los ángulos sin apuros por debajo de las 2.000 vueltas, y sin tener que prestar especial atención al indicador de marcha engranada. Hemos echado en falta, sin embargo, algo más de chispa en el comportamiento del propulsor, y que la deportividad del modelo no se hubiese quedado únicamente en el terreno estético. Aun así, deleitarse con el ronco bramido de su doble escape, al enroscar el puño del gas a la salida de los virajes, ayuda a mejorar notablemente la experiencia.
Enlazar una curva tras otra, ayudándonos con el peso de nuestro cuerpo a entrar en las mismas, comienza a convertirse en algo adictivo. Aumentamos un poco el ritmo y advertimos un tarado algo blando de las suspensiones, aunque sin llegar a comprometer la estabilidad en curva. Lo que nos recuerda que, si vamos a destinarla a un uso más intensivo, Triumph nos ofrece un catálogo de accesorios originales para la Street Cup (con más de 120 referencias), donde encontramos una pareja de amortiguadores FOX regulables, que mejorarán el apartado. En cualquier caso, se muestra sumamente ágil en los cambios de dirección, pese a contar con una llanta de 18” en la parte delantera. Las apuradas de frenada, asistidas por un ABS nada intrusivo, nos demuestran que el disco sencillo mordido por una pinza de dos pistones Nissin, es más que suficiente para mantener a raya a la “cafetera” de Hinckley. Los 12 litros de su depósito nos permiten realizar cerca de 200 km de ruta sin repostar, tras los que ponemos rumbo a casa con buen sabor de boca.
Es una moto polivalente, que te exige muy poco y te ofrece grandes dosis de disfrute.
Quizás no sea la moto más potente, ni la más rápida, pero la mejor experiencia sobre una moto no depende de lo rápido que vayas, sino de las sensaciones que esta te transmita. La Triumph Street Cup nos ha demostrado que es una moto polivalente, que te exige muy poco y te ofrece grandes dosis de disfrute, tanto en marcha, como en parado frente a ella. Ahora solo te queda a ti decidir, si estás dispuesto a pagar los 10.500 € que te harán el feliz poseedor de la “pequeña” cafe racer de Triumph.
Agradecimientos: Ayuntamiento de Barcelona – Distrito Sants Montjuïc – Can Batlló